León Trotski y Antonio Gramsci farsantes del pensamiento
Lev Davídovich Bronstein quien después se seudonizaría el Trotski, producto de su exilio y posterior encarcelamiento en Siberia tras fundar la Liga Obrera del Sur de Rusia, ¡Trotski! ¿Por qué Trotski? Simple (...) se debe a que su carcelero allí se apellidaba así, ¿catarsis?, ¿Tal vez!, El hecho que nos suspende en esta especie de sortilegio es que, éste como cualquier otro ideólogo de la más recalcitrante izquierda es un farsante del pensamiento, en esta oportunidad en este hueco le concomita el espécimen Antonio Gramsci o mejor dicho el "Che de Italia" ambos en menor o mayor medida (justo en la línea) dos hipócritas y cobardes intelectuales.
Comencemos con León, quien a sus 37 años (bien madurito y transitado por las sendas rojas) escribió en su ``Diario y memorias del León´´ - " Me opongo firme e irrevocablemente a las teorías de Lenin y los Bolcheviques, por mesura e inteligencia" - sucede que no pasaron ni dos meses para que finalmente se radicalizara y acabara por unirse al partido, asumiendo la presidencia del Soviet de Petrogrado y la del Comité Central, organizando con éxito la Revolución de Octubre de 1917 y orientando la política exterior del país hacia la consolidación de la misma. ¡Ni dos meses! Como lo leen, "¡hay que tener quenepas para mantener tus convicciones ideológicas!" No lo digo yo, lo dice Frida Kahlo (quien fuera su dócil amante), nada más y nada menos.
Trotski realizó varios aportes al pensamiento socialista: desde análisis políticos en sus múltiples temporalidades y dimensiones hasta incursiones en el ensayo historiográfico, económico, sociológico, filosófico y la crítica literaria. No obstante, casi ninguno de sus textos es valorado por las hordas rojas, este sujeto viene siendo una especie de mártir en sus filas, algo así como un hereje rojo, y es obvio que no todo es producto de su larga batalla con el genocida Stalin, objetivamente me refiero a que en cualquiera de los sentidos posibles, cumple con una papeleta excelsa para ser un chacal, ya sea por su conocido juicio de su versatilidad para despotricar a los vanguardismos socialistas hasta sus aires vituperantes sobre estética (que reconoce en ``Mi vida e Historia de la Revolución Rusa´´). En general, éste se sirve de pocas palabras para condenarlos (al bloque soviético), ya sea por su insubstancialidad, o por su falta de rigor o de basamento empírico, o por su tergiversación de la realidad, o holocaustos versión reloj de arena heracliteano.
Un puñado de oraciones ramplonas alcanzan para referirse a una de las principales contribuciones de Trotski al pensamiento marxista: su concepción de la revolución permanente y el papel conductor de la clase obrera en el proceso histórico de los países económicamente atrasados (sintetizada en la obra homónima de 1930, pero ya esbozada un cuarto de siglo antes). Hay negligencia por desentrañar tanto los orígenes de este ideólogo como de exponerlos (hay quienes se esconden y no conciben su pensamiento como algo anclado en una discusión dentro de la socialdemocracia alemana y rusa, que parece ignorarse, pues va mucho más allá de la conocida influencia de Parvus y conducen a los propios Marx, Engels, Kautsky, Mehring, Riazanov y Luxemburgo; parásitos gañanes notables), como sus implicaciones para la reconstrucción del pensamiento estratégico que engaña y sigue engañado. Por otra parte, son de una liviandad exasperante las escasas referencias respecto a la naturaleza del “gran debate”, desplegado en 1924-1926 entre éste último y los partidarios del “socialismo en un solo país” (Stalin y Bujarin). Lo mismo ocurre con los análisis y pronósticos que Trotski hizo sobre los problemas de la revolución china, los peligros del triunfo del nazismo, el exterminio de los judíos, el estallido de una nueva guerra mundial, los frentes populares (particularmente en la guerra civil española) o, más importante aún, la burocratización del estado soviético, uno que obviamente lo corrió como una rata de basurero y que luego lo terminó sepultando en el olvido de ese callejón rojo rojito donde se metió.
¿Un farsante del pensamiento? ¡Sí! ¿Por qué? Porque a sabiendas de cual era su cruel destino como pensador y como político aceptó execrablemente ese paradero, el paradero del engaño, de la mentira, de la vil dictadura del proletariado, uno despiadado y sin escrúpulos, cómplice directo del triunfo de la plaga roja, ¿de qué le sirvió criticar al régimen stalisnista luego de la concreción del bloque si los
lineamientos él se los sabía de memoria? ¡Farsante del pensamiento!
lineamientos él se los sabía de memoria? ¡Farsante del pensamiento!
Para ilustrar con una de sus pusilánimes frases:
"Que Stalin alcanzase su posición fue la suprema expresión de la mediocridad del aparato".
Especialmente esta; "Exponer a los oprimidos la verdad sobre la situación es abrirles el camino de la revolución" que lo deja en evidencia como farsante, porque se supone que ya sabía como se estaba distorsionando todo y aún con eso decidió llevare su guinda en el pastel.
Ha sido suficiente; bueno no, con estos personajes nunca será suficiente... y, si faltó Antonio Gramsci quedamos en deuda, recuerden que soy irreverente.
Claro no me retiro sin antes dejarle una simpática frase de este personaje que promete para desmembrar.

¨En la dialéctica de las ideas, la anarquía es una continuación del liberalismo, no del socialismo¨
Antonio Gramsci.
¡Paupérrima frase! ¡Paupérrimo pensador! ¡Otro farsante! Ya le llegarà su turno.
Por: Isabella Magno; el alter ego de una genio
Por: Isabella Magno; el alter ego de una genio
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